Ante todo conviene que intentemos conocer el origen del hombre: ¿De dónde vino? ¿Cuál fue el motivo fundamental de su existencia?
Quizás piensa Usted que esta Humanidad que ocupa los cinco continentes tiene a los simios como origen. En diversos lugares se han encontrado esqueletos de seres humanos que parecen simplemente gorilas, orangutanes o algo por el estilo y de todo eso se ha deducido equivocadamente que la raza humana podría venir de los monos, de los simios. Sin embargo, en Brasil se encontró un esqueleto humano de varios metros, de seis a siete metros de altura.
No pienso que toda esta población de más de cinco mil millones de individuos que puebla actualmente el mundo, provenga de los cinco continentes. No lo pienso porque resulta que el mundo ha cambiado de fisionomía varias veces.
Existen varios mapas que se encuentran en ciertos lugares del mundo, donde la fisionomía de la Tierra es diferente. En otros tiempos, donde hoy se encuentran los polos estaba el ecuador, y viceversa; existía un continente con población densa que estaba situado en el Océano Atlántico. Así que la fisionomía del mundo era diferente. De ahí que no creo de ninguna manera que el origen de la raza humana se encuentre en los continentes actuales.
Mapas del Teósofo William Scott Elliot (Lemuria, Atlántida, Isla Poseidonis…)
Los simios o especies de hombres simiescos encontrados en las grutas de Cro-Magnon, de Grimaldi, u otras cavernas, pertenecen más bien a descendientes o degeneraciones de la raza de los atlantes. Llegará el día en que esto se podrá demostrar correctamente.
Existen sistemas, hay métodos, por medio de los cuales se puede poner en evidencia el hecho de que antes de nuestra tan reluciente civilización, existió otra civilización más poderosa. Quiero referirme de un modo enfático a los registros akáshicos de la Naturaleza, a la memoria de la Naturaleza (porque la Naturaleza tiene una memoria). Nosotros, los gnósticos, tenemos métodos por medio de los cuales podemos estudiar los registros akáshicos de la Naturaleza. Los sabios que han podido estudiar los registros akáshicos de la Naturaleza saben que la Atlántida fue una realidad.
A medida que uno va progresando en estos estudios, se da cuenta de que la raza actual no tuvo su origen, como muchos suponen, en los mismos continentes donde vivimos. La raza actual viene de otra raza: viene de la Atlántida. No proviene de los simios, de los orangutanes, de los monos, como lo supuso equivocadamente Darwin.
Pero los atlantes, con toda su poderosa civilización, a su vez provinieron de la Lemuria. Los lemures vivieron en un continente que se extendía en el Océano Pacífico. Aquella fue una raza de cíclopes gigantes; normalmente podían medir de cuatro a seis metros de alto. En la Lemuria construyeron enormes ciudades rodeadas de murallas de piedra y de lava volcánica. Al principio, en la época prelemúrica, podemos decir que existió una raza hermafrodita; entonces cada individuo tenía los órganos sexuales masculinos y femeninos totalmente desarrollados, y se reproducían por el proceso de gemación. Cualquier ser humano en la Lemuria podía vivir de doce hasta quince siglos, es decir, más de mil años.
Las culturas piramidales y los templos con tres puertas tienen un origen Atlante
Sin embargo, el origen de la raza lemúrica tampoco fue en el Pacífico, como algunos pseudo-esoteristas creen. Los antepasados de la Lemuria vivieron en el continente Hiperbóreo, que como una herradura rodeaba el Polo Norte. En el continente Hiperbóreo existió una poderosa raza de andróginos que podían alargar su cuerpo a voluntad hasta alcanzar estaturas enormes, o reducirlo hasta el estado de un punto matemático. Se reproducían como se reproducen los corales, es decir por brotación. Poseían la visión espiritual totalmente desarrollada, lo cual significaba que tenían una notable glándula pineal que les permitía ver el ultra de todas las cosas, ver las dimensiones superiores de la Naturaleza y del Cosmos.
Sabían que sus antepasados habían quedado atrás en el tiempo. Los antepasados de los hiperbóreos fueron los hombres protoplasmáticos, los «hombres de hielo«, que llegaron a formar la primera raza que vivió en el casco polar del Norte.
Al decir esto no pensamos en el hombre protoplasmático de Hegel, pensamos en la raza protoplasmática que existió en esa isla que fue la primera en existir y será la última en dejar de existir. Me refiero a la «Tierra de Cristal», como llamaron nuestros antepasados del Anáhuac a la lejana Tule, ese continente ahora cubierto de hielo en el Polo Norte.
En aquella época la raza humana se reproducía por ese sistema que todavía podemos ver en nuestro organismo, en nuestra sangre: la división celular. Podríamos preguntarnos: ¿Por qué existe en nosotros? Porque los hombres polares se reproducían mediante este proceso…
En esa época los símbolos esotéricos eran utilizados de modo diferente, para indicarnos que la vida avanzaba hacia la materialización, hacia lo físico. Todo esto está escrito en los registros akáshicos de la Naturaleza. Ustedes pueden verificar por sí mismos lo que les estoy diciendo.
¿De dónde provino la Raza polar? ¿Cuál fue su origen? Ellos sabían muy bien que se habían desarrollado en la cuarta coordenada, que allí habían experimentado y conocido todos los misterios del Universo. De modo que la raza humana existía antes que existiese el Universo, existía entre el Caos…
El Universo se estremeció con el Verbo creador del primer momento. Cuando el Verbo creador puso en movimiento todos los átomos, estos gérmenes surgieron del Caos: su primera manifestación fue en la séptima dimensión. Un poco más tarde se cristalizaron y desarrollaron en la sexta, después en la quinta, posteriormente en la cuarta…, y llegó el día en que estos gérmenes, con algún desarrollo, aparecieron en nuestro planeta Tierra, en la Tierra protoplasmática, como simples protoplasmas vivientes.
Algún día, los organismos humanos regresarán al estado germinal primitivo; de este modo volverán al Caos, ya que salieron del Caos y volverán al Caos…